Daniel Cazés desempolvó un añoso archivo para escribir en presente, como un reportero, día con día, lo que sucedió dos décadas atrás. Pionero del “periodismo histórico“, este reportaje muestra que la movilización de la UNAM y el IPN fue mucho más que la retórica de los que se la apropiaron como patrimonio exclusivo. Además, ubica en un sitio a quienes se quiso hacer héroes y muestra cómo vivía, soñaba, se comprometía y actuaba el personaje que va descubriendo sin siquiera mencionarlo: el sesentayochero anónimo.
Crónica 1968 incluye, a manera de epílogo, un ejemplo de la reflexión docta típica del momento que siguió a la masacre, el terror y la disolución de aquel movimiento: se trata del ensayo que el mismo Cazés publicó en 1969. Así, por si quedara duda acerca de lo que se propuso con estas notas periodísticas, el autor aparece, a la vez, como cronista, como juez y como parte, esto es, también como enjuiciado. Al igual que todos los antropólogos y todos los periodistas en sus propios trabajos.