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Mi Palabra, A La Vera De Tlacuilo
Si por alguna seña habría que calificar el trabajo de escritor de Filadelfo Gayosso, ésa tendría que ser la expresión de un lenguaje que ya no se cultiva en ninguno de nuestros escritores llamados de moda. Tal vez modificado por el cambio repentino de una sociedad rural a urbana. El lenguaje de Gayosso es un murmullo transparente, que lo emparienta con el estilo de Rulfo y Borges.
En Mi palabra a la vera de Tlacuilotepec, su terruño, motivo de estudio. El libro abre con la vista que en 1646 hiciera a la región el entonces poderoso obispo de Puebla, Juan de Palafox y Mendoza, quien pernocto durante dos noches en el pueblo. Es uno de los capítulos con el grado mas alto de curiosidad intelectual. Tanto que fue una de las causas por las que el autor se aventuro a abrevar en el pasado reciente y no tan reciente, porque también averigua sobre la identidad de los primeros hombres que se establecieron en aquel lugar. Y si en la primer parte del libro hay una búsqueda en el pasado, no así en la segunda; donde la primera persona del singular alcanza niveles de intolerancia moral en contra de quienes históricamente han abusado de la ignorancia y hasta de la buena voluntad de los débiles. El mismo Filadelfo Gayosso, en un tiempo presidente municipal, no escapa al juicio severo del autor.
El libro tiene ribetes testimoniales, en ese sentido es también una confesión, y un testamento. El testamento político y moral de una persona que nunca ha sabido, o nunca a querido, o nunca ha podido vivir en la comodidad de los convencionalismos.