El presidencialismo representa no sólo un modo de gobierno propio y tal vez hasta inconfundible de la historia moderna de México, sino también un rasgo distintivo de nuestra identidad nacional, si preferimos no hablar de nuestra idiosincracia folklórica. El hecho es que nuestro curso histórico de los últimos setenta años está signado por la persistente hegemonía del PRI, con la consiguiente confabulación PRI-gobierno. En este contexto estructural, cada seis años asciende al Trono un candidato oficial, monarca absoluto, es decir, omnipotente, omnisciente y en consecuencia casi infalible. Lo curioso es que un sistema institucional de facto unipartidista y un gobierno personal casi autocrático, guarda las formas y los mecanismos del pluripartidismo y la democracia: o sea, "Dictadura perfecta", según M. V. LL. Y esto significa que no sólo niega su nombre sino que, efectivamente, no parece dictadura sino democracia.
Francisco Piñón subraya esta y otras paradojas, señalando también sus antecedentes históricos: entre otros, el Tlatoani prehispánico, el Virrey colonial y... Don Porfirio.
Sabemos que nuestro presidencialismo se niega a morir (al menos de buena gana). Este libro de Francisco Piñón puede estimular nuestras reflexiones, esperanzas e incertidumbres en esta hora critica de nuestro país.