Han transcurrido 10 años desde que Sulima García Falconi iniciara su trabajo de campo con las mujeres ñähños de Santiago Mezquititlán, comunidad indígena ubicada en el sur de Querétaro. En la mira traía atravesado al primer programa de combate a la pobreza con enfoque de género con el que la Secretaria de Desarrollo Social (Sedesol) había estrenado la política social del Tercer Milenio: Oportunidades, programa acuñado por el primer gobierno panista encabezado por Vicente Fox después de 57 años de gobiernos priístas.
Mientras se instalaba en Santiago Mezquititlán, Sulima García Falconi constataba la forma en que el Programa de Educación, Salud y Alimentación —(Progresa), denunciado en 1999 por Román González, como el artífice de la esterilización forzada y la discriminación de las mujeres pobres— estaba cediendo su lugar al Programa de Desarrollo Humano Oportunidades para darle una cobertura mucho mayor y una importancia estratégica en la redefinición de la política social focalizada en la subvención integral directa hacia las familias pobres. Con ésto intentaría sustituir de manera radical la política social de desarrollo sectorial del Estado Benefactor, mortalmente herida en el momento en que Carlos Salinas de Gortari, 10 años antes, había declarado el fin del reparto agrario consumando, y con ésto, la Reforma del Artículo 27 Constitucional a finales de 1991.
Las evaluaciones de impacto del Progresa estaban ya en marcha en el 2001, con Mercedes González de la Rocha y Agustín Escobar Latapí a la cabeza, a sabiendas que dichas evaluaciones tendrían que tomarse un tiempo mayor para saber en realidad por dónde estaban los trucos de la “exclusión” de la nueva política social. Mientras tanto y en la medida en que Oportunidades era el primer programa en la historia de la política social en México que entregaba recursos monetarios directamente a las mujeres. Las feministas en el país tenían expectativas de que se abría una rendijita por la que las mujeres pobres podían hacer cambios progresivos a sus condiciones de subordinación, opresión y dependencia con respecto a los varones. Las probabilidades que se abría de empoderamiento femenino que se les presentaba a las mujeres pobres del país, tanto rurales como urbanas, con la puesta en marcha de esta nueva versión de la política social. No tengo la menor duda de que en esta expectativa está estocado el libro de Sulima García Falconi sobre la política social del Tercer Milenio.
No es gratuito recordar que justamente en esa época, Cecilia Loría Saviñón —una afamada feminista queretana egresada, como Sulima García Falconi, de la Universidad Autónoma de Querétaro, convertida en directora del Instituto de Desarrollo Social (Indesol) en el 2001, respetada lo mismo por el PRD que por el PAN — fuera una de las más activas militantes en favor del Programa de Desarrollo Humano de Oportunidades, al que le adjudicaba ser una verdadera palanca a través de la que se podían impulsar la equidad de género y la inclusión que requerían los Objetivos del Milenio para lograr alcanzar una democracia plena.
Pero Sulima García Falconi, al colocarse en un ámbito inusitado de análisis del Programa de Desarrollo Humano de Oportunidades: las mujeres indígenas ñähños –etnocéntricamente reconocidas con el nombre de otomíes– abría la posibilidad de plantear una duda sistemática sobre la capacidad que el Programa de Oportunidades tenía para empoderar a las mujeres indígenas.
De manera objetiva, el libro “Las ñähños en la égida del Oportunidades” planteaba un reto que se expresaba en una pregunta obsesiva que de manera inmediata se derivaba de las reformas al Artículo 2° Constitucional acaecidas en paralelo cuando se inició el trabajo de campo pertinente para escribir el libro que estoy presentando: ¿Será que las mujeres indígenas podrán convertirse en nuevos sujetos de desarrollo y ejercerlo, empoderadas, por una política social que a la sazón las ponía en el epicentro de la política social?
El valor heurístico de la propuesta de Sulima García Falconi está en el haber seleccionado a un grupo de indígenas del estado en el que vive porque a partir de ellas puede plantearse el análisis del discurso autóctono y desentraña los procesos cognitivos, sus prácticas significativas y discursivas a través de la categoría de “representación social”. Apunta su dardo hacia el género próximo de la definición weberiana de la legitimidad como la “representación social” de la validez de su orden normativo.
A diez años de haber recabado y sistematizado las representaciones de las mujeres ñähños de la política social, le plantea el reto de regalarnos a la luz del nacimiento del Nuevo Sujeto Colectivo de Derecho con las Reformas del 2001 para desarrollar con todas sus consecuencias una aportación trascendental independientemente de que no haya sido planteada explícitamente como tal en el libro “Las ñähños en la égida del Oportunidades ”. Dicha aportación consiste en haber focalizado una contradicción entre la ciudadanización femenina, por un lado, y el comunalismo tradicional de las sociedades patriarcales indígenas, por el otro. Contradicción plenamente expresada y hecha pública por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en enero de 1994
(Fragmento de presentación)
N12-268
Ficha técnica
Título
LAS ÑÄHÑOS EN LA ÉGIDA DEL OPORTUNIDADES
Autor/es
Sulima García Falconi
Materia
Antropología
Editorial
Plaza y Valdés México
ISBN
9786074026597
EAN-13
9786074026597
Páginas
462
Soporte
Libro impreso
Medidas
17x23
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